lunes, 20 de julio de 2009

CONSIDERACIONES


En mis tiempos de estudiante de arte, continuamente, me planteaba el tipo de relación que yo tenía con mi obra. El porqué de que yo hiciera lo que hacía. Evidentemente, me entretenía. También me hacía sentirme importante pensando que el artista siempre despierta admiración en los demás. ¿Tenía yo una misión en la vida, tenía que hacer cosas que influyeran para cambiar el mundo? o simplemente trabajaba para mí mismo, para mi disfrute personal. ¿Trabajaba pensando en los posibles espectadores, en la forma de impresionarlos con mi obra, buscando sus alabanzas o trabajaba en su beneficio? También es posible que mi obra fuera simplemente el proceso, el ambiente artístico, esa forma peculiar de vivir.
Está claro que somos egoístas por naturaleza, que primero estamos nosotros y después los demás. Si hasta Jesús dijo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, suponiendo que en esta comparación el “ti mismo” era lo máximo a lo que se podía llegar por amor. Yo soy profundamente egoísta. Todo lo que hecho en mi vida lo he hecho por mí. Me he casado, he tenido hijos, y no por obligación, sino para mi propia satisfacción. Otra cosa es que estos actos hayan traído una concatenación de obligaciones posteriores ineludibles. Con mi obra ha pasado lo mismo. Haciendo lo que hacía, yo me veía distinto, superior, y está claro que no lo hacía pensando en los demás sino en mí mismo. Primero, obtenía satisfacción con el proceso, con el trabajo y luego con la posible admiración que éste pudiera despertar en los demás. Esta consideración externa debería ser natural, no provocada ni buscada. Creo que, esencialmente, lo que debe hacer un artista es trabajar en su taller. Si el esfuerzo de buscar la admiración externa es excesivo, va a quemar demasiadas energías, necesarias, por otra parte, para dedicarlas al trabajo propio. Creo que esto no merece la pena. Pero si no te has esforzado lo suficiente, en este aspecto, quizá tengas el taller repleto de obras después de años de trabajo. ¿Qué se hace con ellas? ¿Se destruyen en un suicidio sublimado para posteriormente volver a renacer cargado de vitalidad, para volver a empezar?

He recorrido un camino, el Camino. Cualquier otro hubiera sido bueno, siempre que se hubiera hecho a conciencia, disfrutando o sufriéndolo todo, con curiosidad, despacio para no perder detalle, volviendo, de vez en cuando, sobre tramos ya pasados o viendo las mismas cosas, los mismos paisajes desde distintos puntos de vista. Desde el valle, el picacho parece inaccesible. Cuando se sigue por la serpenteante vereda y se sube hasta la sierra, el pico se vuelve cercano, y, sin embargo, es el mismo que era. Una vez cerca, se puede ver desde distintos sitios, pero también se puede llegar a su lado y analizar sus partes que se convierten en nuevos todos. Se puede tocar como parte del proceso de conocimiento y seguir analizando hasta el infinito. Universos dentro del universo. Sé que todo son sensaciones, que todo sucede en el interior. Pero el conocimiento local es, puede ser, un conocimiento universal.
Lo importante es el camino y se hace porque sí, no con el fin de llegar a otro lugar. Realizar cada trabajo como si fuera el último, sin prisa por terminar. Acabar ¿para qué? ¿para volver a empezar? Una sola obra puede contener la esencia de todo. Un conjunto de obras puede perseguir el mismo fin y ser partes que se complementen para conformar una gran obra.
Buscar un sentido a la vida… el arte… sentirse alguien, entretenerse. En el fondo, siempre la esperanza de un reconocimiento exterior. Necesito convencer de mi valía, pero no me gusta dar explicaciones. Mi obra se explica sola, mi obra habla por mí. Hay amargura por la incomprensión, y como reacción, un rechazo hacia los demás. Son unos ignorantes por no conocerme, por no reconocerme, por no conocer, por no apreciar mi trabajo. El desprecio hacia los demás me aisla y aisla mi obra. Considero que la gente no merece disfrutarla. ¿Tiene capacidad para apreciar lo que hago? He visto muchas exposiciones y he observado cómo la mayoría apenas consume cinco minutos en ver el producto de tres años de trabajo. ¿No es descorazonador? ¿No se merecen los humanos el castigo del desprecio del artista? Y me incluyo yo mismo entre estos espectadores transeúntes pues hay ya poco en las exposiciones que logre emocionarme. Como mucho me entretengo en el anecdotario técnico.
Sólo me interesa realmente lo que yo hago, no como obra final, sino como camino. Porque en el camino me distraigo, me entretengo. Pero me gustaría que, al menos, las personas de mi entorno inmediato dieran valor a lo que hago, pensaran que estoy haciendo algo importante. ¿Para qué o para quién? Sentimientos contradictorios. Denoto que estas personas consideran que, simplemente estoy pasando el tiempo como el que ve la tele o rellena un crucigrama y quizá sea esa la verdad. ¿Acaso no es eso lo que yo siento?
Conforme va pasando el tiempo, me estoy integrando en el grupo de los no-artistas, me voy metiendo en el rebaño para estar más protegido, arropado y feliz, como todos los demás.

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